Duelen, molestan y dañan el aspecto de nuestros pies. Sí, señoras y señores, junto a los juanetes, los callos son las peores calamidades que puede ocurrirle a nuestros siempre sufridos pies, ya que hasta impiden caminar y nos quitan por completo las ganas de hacernos automasajes, considerando la dureza de la piel que otrora fue tersa como la de un bebé (tiempos aquellos).
Según la explicación médica, los callos son el engrosamiento de la piel de la planta de los pies por sobrepeso e irritación, producido, entre otras cosas, por la presión que ejercen los zapatos al caminar y que, lamentablemente, he podido comprobar hace algunos días con resultados nada satisfactorios para mi buen ánimo y salud.
No sé si para buena fortuna o porque no nos queda de otra, pero existen varias alternativas para aliviar nuestro tormento podal. Una de ellas es acudir al podólogo(a) para que lo lime regularmente. Sin embargo, una opción más productiva para decirle adiós al problema se da a través de la cirugía láser.
Como su nombre lo indica, este procedimiento consiste en practicar pequeñas incisiones (de no más de tres milímetros) sobre la zona afectada. Por medio de ellas se corta/lima el hueso, alargándose los tendones en el peor de los casos. La gran ventaja de esta intervención es que solo se necesita poner anestesia local -del tobillo hacia abajo- y no requiere suturar. Por cierto, también se puede aplicar si tenemos complicaciones adicionales como juanetes, dedos de garra, etc.
Al tratarse de una operación ambulatoria, desde el primer día de efectuada podemos dar breves paseos, siempre y cuando tengamos los pies vendados (se usan así hasta tres semanas después de intervenidos) y llevemos zapatos con una suela cómoda. Recuerden que la estética no necesariamente está reñida con la confortabilidad y si es así, sospechemos de que sea beneficiosa, sobre todo en nuestro cuerpo.
Fuente: El Siglo de Torreón.
Imagen: Tips Familia.
Etiquetas : callos, cirugia laser, pies, salud
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