Una costumbre bastante generalizada a la hora de ingerir los alimentos, es el consumo de líquidos para “acompañar” las comidas y ayudar a que los alimentos se aligeren en su camino al estómago.
Líquidos de las más diversas clases son los que se beben en las comidas, entre las que destacan el agua, la bebida gaseosa, el vino, la cerveza, jugos de frutas, refrescos con preservantes y cuanta bebida tenga a bien el comensal poner en su mesa según su propio gusto.
Al parecer, al momento de acompañar estas comidas con alguna de estas bebidas muchos nos estaremos sintiendo aliviados en el proceso de la deglución, pero ¿qué es lo que ocurre luego de eso?
En realidad todo también dependerá de la cantidad de líquido que se ingiera y del tipo de bebida consumida.
El problema principal radica en que los ácidos gástricos, tan necesarios para disolver los alimentos, podrían ser diluidos de tal manera que lleguen a perder su fuerza natural para cumplir su función, ocasionando que la digestión tarde mucho más o que finalmente no se realice de la manera correcta.
Y esto solamente suponiendo que es agua la que bebemos; pero ¿qué sucede si tomamos una bebida gaseosa o una cerveza con la comida?. Pues que hincharemos el estómago de tanto gas que ya no ingeriremos toda la comida por la llenura que ahora tenemos.
En el caso del vino, si lo tomamos con la comida, el efecto demorará más en sentirse, debido a que el alcohol tardará más en llegar a la sangre, pero si las cantidades son altas seguramente complicaremos el proceso de digestión.
Una infusión puede ayudar a digerir mejor los alimentos, pero tomémosla de preferencia al terminar la comida y en poca cantidad.
La idea es que el líquido que se ingiera se asuma como parte de todo el bolo alimenticio que llega hasta los ácidos gástricos, y que su cantidad no afecte la normal función de éstos.
Fuente: Villa Foros
Imagen: ADR Formación
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