Durante la época de la gloriosa Roma Antigua, los habitantes acostumbraban considerar como la “hora sexta” a aquella comprendida entre las dos y las cuatro de la tarde, que es el período durante el cual llevaban a cabo sus descansos luego de las comidas. De esta manera, a la rutinaria actividad se fue llamando “sestear” que luego se convirtió en lo que hoy conocemos como siesta.
Existen algunos mitos sobre el descanso breve luego de las comidas –el almuerzo principalmente-, sin embargo, se sabe que el cerebro siempre va a necesitar de un ligero descanso luego de ella para mantenerse con una óptima actividad y con la atención debida para la generación de las funciones motrices.
Si bien todos aducimos que el sueño que nos viene después del almuerzo obedece al desgaste de energía que utiliza el cuerpo en su proceso digestivo, la verdad es que esto es totalmente cierto solamente cuando la comida ha sido en exceso, pues lo normal es que el organismo pida siempre un descanso a estas horas para renovar sus fuerzas.
Investigaciones médicas han llegado a la conclusión de que cuando se realiza una siesta de mínimo unos veinte minutos luego del almuerzo, el organismo se recupera muy convenientemente mejorando el rendimiento intelectual, manteniendo el cerebro en un estado más alerta para evitar los accidentes laborales, y aumentando notablemente la concentración para el trabajo u otras actividades similares.
La recomendación es que luego de haber transcurrido unos diez o quince minutos después del almuerzo, se descanse por un máximo de veinte a treinta minutos, de preferencia en un sofá y no en una cama. Y debe evitar la prolongación de este descanso por un tiempo mayor, pues esto sólo va a generar desgano, mal humor y hasta desorientación o sensación de no haber descansado.
Fuente: Salud y Medicina
Imagen: Zancada
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